Mire caballero:

-Yo no estoy supuesta a ser tercer lugar en su lista, ya que el primero no sé qué lo ocupa y el segundo es una compilación larga de recuerdos, caballeros y doncellas que con usted quiso compartir. No soy cliente, ni empleador, ni tengo porque seguirle sus retosos y manías necias de las cuales sólo me habla cuando nadie puede atenderlo o cuando desea experimentar.
No.

(Pausa) (Comienza a caminar a su alrededor con la sien arrugada)

-Mire Vacallero, caballero de las 7 esquinas, hijo de Rubiosa, soldado de los poemas íntimos de las mujeres que a usted le entregan su perfume en su propia piel: Yo no soy relajo, ni de usted, ni de su comadrona que anda volteando las calles para conseguirle nuevos entretenimientos.
No.

(Pausa) (Se detiene justo a su espalda)

-Y ahora, usted, boquiabierto me hace señas de que está arrepentido... o algo por el estilo (entredientes).
Pues no, se acabó su picardía y esencia en esta casa casta y juvenil, donde ninguna de las menores que utilizan velo y escriben cartas ilusionadas caerá en sus trampas. Mire que soy como Bernarda Alba cuando necesito serlo.

Él se levantó de la silla, calmado,
sin mostrar algún tipo de efecto de aquellos reclamos en él.
Tomó su sombrero de copa y empezó su marcha hacia la puerta con una sonrisa en su rostro sintiéndose ganador de la contienda,
y con su malevolencia poco distinguible delataba sus intenciones para con ella.


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Fragmento de "Sombrero de copa"
Leidy González.