Juguemos

Llegaste,
de ida y vuelta,
arriba y abajo,
como un suave aleteo de una mariposa miope
perdida en el mar,
que me revela tanto
pero a la vez tan poco,
me excluye.

Y como la noche es joven,
¡vamos a tirarla por sus pelos de estrellas!
hasta que grite de desesperación,
y a robarle la luna para que sea sólo nuestra.
Y vamos a escondernos como cenicientas
para que las horas no nos encuentren y
no tengamos que regresar a casa jamás,
no queremos regresar a casa.

Hasta que no terminemos de recoger
luceros misceláneos por las épocas medievales,
no descansaremos,
hasta que el cielo brille con un gran trozo de oro amarillo,
y la luna que robamos quede destruida
y tengamos que construir una nueva,
y bailaremos,
y soñaremos,
y viajaremos en astral,
y tendremos nuestro lugar perfecto,
y entredientes nos reímos
hasta que terminemos de asesinar
a la inmensidad de la madrugada,
y jugaremos un juego,
pero nadie ganará,
para que jamás termine.

Ahora, esos calidos momentos ya se fueron.
¿Te digo un secreto?
ya no hay más secretos,
ya no hay más condiciones,
ya no hay más.
Y si el silencio te consume,
recuerda las risas inescrupulosas
de nuestras burlas hacia los demás,
recuerda como solíamos ser desmedidos.
Y ahora,
a orillas de aquellos recuerdos,
sobresale sólo un amargo adiós
que a la vez es tan dulce,
y sólo deseamos y ambicionamos
y nos quedamos sentados.

Pero juguemos otra vez
a ser los reyes del mundo,
juguemos a las mentiras y a las decepciones,
porque ya no hay más.
y juguemos sin descansar
porque ya no hay más.
Bendemos nuestros ojos con avaricias y obsesiones,
y juguemos a destruir,
juguemos a destruirnos.

Leidy González
14/septiembre/2007