De repente la brisa se detuvo,
por todo un minuto,
y me dejo con las ganas de escucharla.
Entonces me di cuenta que perdí,
nunca te tuve,
pero ya perdí.
Pero es que me confundes tanto,
con tus abrazos misceláneos,
y luego me dejas ir con un apretón de manos.
Siempre resumido en quizá.
Ahora solo me queda vestirme de defensa y seguir sonriente.
Pero ¿quién me enseñara a nadar?
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