lunes, 15 de diciembre de 2008
Madrugada
Entonces, a las dos de la mañana, iluminada por la quebradiza luz de una bombilla casi inverosímil, me senté en mi terraza a tomar aire fresco porque me hacia falta.
Los faroles de la calle están apagados como si esperaran que la mañana llegara pronto a besarle los talones. Los coches ya no acarrean a nadie y desaparecen al ritmo que el frío acrecienta. La noche está tranquila y trae el murmullo de risas de parejas que juegan escondidas entre la oscuridad. Temí por un momento que pudieras estar ahí. Me sonrío.
Las horas pasan como minutos y ciertamente los murmullos se callan mientras la luz del sol comienza a aclarar el cielo:
-Ya está- me dije, girando en dirección a la lampara que tiene aspecto de haberse apagado desde el momento en que la brisa la tocó, no me dí cuenta. La tomé y entre a la casa, fui a mi habitación. La luz del amanecer se cuela por la ventana, sencillamente adorable.
Tarareo tu canción tal cual arrullo de cuna y caigo rendida en un profundo sueño.
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Fragmento de "Sombrero de copa"
Leidy González.
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