Esperó en la autopista pasada la media noche.
Hasta los fantasmas se habían ido a dormir en su eternidad.
Ya había perdido la cuenta de los días, de las horas, de los mares, las mujeres y los pescadores.
Ya había perdido la cuenta de las sirenas que, con su cuerpo perfecto, ocacionalmente le hablaban en sueños y, aun peor, habia perdido la cuenta de los ninos que le aranaban el vientre mientras mendigaba pan.
Miró hacia los extremos del paisaje, y el polvo del camino lo acorraló obligandolo a sentar. Y se sentó cabizbajo. No le quedaba otra opcion.
Quiza manana.
Si, quiza manana termine su espera de suenos, lamentos y sucesos fallidos.
Sentado, palpó su corazon. Sintió la humedad de la sangre fresca que se enfria al tacto de la piel. La carretera se le hizo eterna conforme eleva los ojos al hrizonte.
La luna, compasiva, desea arroparlo pero ese viejo lobo no desea caricias de luz ni mimos estelares. Solo desea que su espera termine, solo desea llegar al final de la ruta trazada en su mente y lograr su objetivo.
Sus patas temblorosas hicieron un esfuerzo mas, y se levantó.
Nunca supo por que temblaba, si por su cansancio, por frio o por temor de no recordar su objetivo, y aun asi reinicio su marcha...
Leidy Gonzalez
9 / abril/ 2008
9 / abril/ 2008
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